jueves, 12 de noviembre de 2020

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“Abrir los ojos duele”


Y cansa. Cansa llevar las gafas violetas hasta en sueños, 24/7. Cansa descubrir cada día un poco más que para el mundo somos ciudadanas de segunda. Saber que nuestros derechos se ganan con mucho esfuerzo pero se esfuman en un abrir y cerrar de ojos. Cansa la sed constante de saber para poder combatir, cansa estar siempre a la defensiva para no morir. Soy feminista y estoy cansada.

Cansa esta tristeza que me invade a veces, cansa tanta violencia. Me entristece pensar cuántas de las mujeres que me rodean habrán sufrido abusos sexuales de pequeñas y no lo cuentan; cuántas de las mujeres a las que quiero habrán sido o serán victimas de violación, así como lo puedo ser yo el día menos pensado; si alguna de mis amigas morirá algún día a manos de un hombre. Ver cómo seguimos sin despertarnos del todo, como hay compañeras que se sienten atacadas por el feminismo. Ver que no se entienda que cada muerte de una mujer en el mundo nos acerca a nuestra propia muerte, que cada violación nos acerca a nuestra propia violación. Cada insulto, cada bofetada, cada humillación.

Cansa tanto odio, tanta rabia en el pecho, saber que voy a tener que lidiar con ser mujer y feminista, con lo que eso conlleva, hasta el día en que me muera. Cansa debatirse entre el miedo, la culpa o la vergüenza cuando te dicen algo por la calle; sentir miedo si hablo, humillación si callo, culpa si no me sé defender cómo debería. Agota que en el 2020 “puta” siga siendo un insulto y una profesión que muchos siguen defendiendo como digna. Cansa que alguien se sienta con el poder de llamártelo; cansa esta jerarquía.

Cansa el puto patriarcado, que el dinero nos siga pudiendo comprar, que todo esté tan bien hilado, que nos cueste tanto encontrar una fuga desde donde destrozar al sistema. Cansa mirar y darte cuenta de que todos los hombres son cómplices. Me cansan los jueces, los abogados, los banqueros, los policías, los comumachos que te explican cosas. Cansa escucharos, de verdad, cansa que me habléis sobre cómo tengo que ser feminista. Me cansa y entristece borrado de las mujeres, este posmodernismo bienqueda, que poco a poco les estemos cediendo nuestros espacios a los hombres; cansa que hablen por nosotras. (¿Qué cojones sabe cualquier hombre sobre ser mujer?)

Cansa la división dentro del feminismo, que perdamos el tiempo discutiendo entre nosotras cuando nos siguen matando cada día, en cada rincón del mundo, por lo que tenemos entre las piernas. Que aún no se entienda que no hay feminismo sin activismo, que las redes sociales son cortinas de humo, que la lucha es en la calle, que este camino es un aprendizaje constante, que no pasa nada por pedir perdón, por cambiar de parecer, por escuchar a compañeras y aprender de ellas. Cansa sentir que no estamos reflexionando sobre muchas cosas. Cansa que se de todo por sentado, escuchar que ya lo tenemos todo ganado. Destroza sentirse sola en tu propio movimiento. Cansa estar siempre enfadada con el mundo.

Enfada explicar siempre las mismas cosas, no poder equivocarme o dudar, ser la profesora de turno. Cansa la misoginia, no entender qué hemos hecho para merecer esto, explicar cómo me siento, qué me molesta y por qué. No tenemos qué explicar nada. Cansa recibir miradas de desaprobación cuando hablo de feminismo, que no se me escuche. Cansa que te interrumpan todo el tiempo. Soy feminista y estoy cansada. 

Hace unos días Barbijaputa contaba que, al terminar una serie feminista muy dura, se giró hacia su pareja y este se había quedado dormido: “Al acabar la serie, me giré hacia mi pareja, que como cada noche se había quedado dormido. Esta vez no sentí ternura, ni pensé en lo mucho que madruga ni blablabla. Esta vez solo quería apagar la luz del salón e irme a dormir sola.” Supongo que todas, alguna vez, nos hemos sentido como Barbi: totalmente cansadas.

domingo, 3 de mayo de 2020


De todo lo escrito hasta hoy
diría que solo tuve el valor de enseñar un 10%
no a los demás, sino a mí misma
sólo escribo lo que merece la pena escribir,
lo demás lo descarto

descarto 24h de sucedáneos en mi mente
porque ni siquiera distingo si son pensamientos míos o de otra persona,
algo que escuché, algo que querría pensar, algo que no me dejo pensar...
sólo son poemas encriptados
los que escribo yo
los que escribimos todos,
palabras para ver a través de un cristal,
mascaras tribales en un museo de arte moderno;
la gente pasa y finge que te escucha,
fingen que les gusta lo que sientes,
pero la verdad es que no entienden una mierda
y no la podrían entender jamás
porque es sólo una verdad a medias
una verdad de cara a la galería

si no me creo ni yo, ¿quién lo va a hacer?
tampoco yo creo en nadie,
no me creo vuestros poemas

¿nos desnudamos al escribir?
¿escribimos para nosotros o para los demás?
el mundo no está preparado para escuchar lo que realmente pasa por nuestras cabezas;
hay tanto desorden en este sótano sin ventana
que ni siquiera sé cómo hacerle frente,
menos aún escribirlo

aquí tenéis mi pena mimetizada:
es toda mentira

lunes, 27 de enero de 2020


Escribir un sentimiento lo hace real, palpable.
La felicidad más pura es tan efimera que se me hace imposible definirla,
intentar hablar de ella,
darle forma,
incluso pensarla en otro formato que no sea el recuerdo...
pero la tristeza cuando llega dura tanto que termina siendo habitable
y dentro de ese habitáculo acabo encontrando el modo de explicarla
y así sentir que la tengo en mis manos por un rato,
que al menos por unos segundos no es ella la que me tiene a mí.

viernes, 11 de octubre de 2019


"Las cadenas son cadenas aún de seda"
                                  Los Chikos del maíz


una pieza más de esta cadena de producción que es la sociedad
soy,
una gota en el océano.
puedo ser feliz
y en ese derecho está mi deber:
debo ser feliz.
nuestro único objetivo en la vida es ser felices, pero ¿cómo?
¿cómo se es feliz? ¿debo descubrirlo o simplemente debo ser feliz en la búsqueda?
no sé cómo llegar a ella, no le pongo forma, ni nombre, ni rostro,
no tengo ni idea de cómo puede ser...
se me ha aparecido en sueños a veces,
a veces he sentido su presencia
efímera,
como una respiración en el cuello.
¿y si la encuentro? ¿qué debo hacer con ella? ¿debería encerrarla, tenerla para mí?
¿o debería dejarla libre?
definitivamente debería ser libre para que otros también la encuentren,
para que todos la tengan, así se acabaría la búsqueda y...
¿qué haríamos entonces? ¿en que se basaría nuestra vida? ¿acaso seríamos la nada?
seres sin rumbo, sin esperanza.
no necesitaríamos esperanza, no esperaríamos nada, seriamos hojas movidas por el viento,
ni siquiera tendríamos sentido del tiempo,
a quién le importa el mañana si existe el hoy.
el caso es que existe, y tenemos que encontrarla porque ser infelices es lo contrario a vivir...
pero yo ya lo he probado
lo de no ser feliz
y sigo viva, todos seguimos vivos,
¿cómo es posible? ¿y si siempre es así? debemos hacer algo para encontrarla, unirnos, cuantos mas seamos más fácil será encontrarla.
sobretodo si somos dos, dos es el número perfecto. debe serlo porque todos se unen en grupos de dos y la mayoría han encontrado la felicidad dicen, el secreto debe estar ahí, en ser dos.
amor, dicen que así se llama, si no lo tienes no puedes encontrarla.
pero, si somos más de dos, ¿no deberíamos tener más posibilidades de encontrarla?
a ella, a la felicidad, le tienen que gustar mucho las personas, sino debe ser muy infeliz;
todos los días hay gente basando su vida en encontrarla.

viernes, 17 de mayo de 2019

17052019


Ya no sé quién soy.
No sé si mañana me reconoceré en estas líneas
o si me reconoceré desde la empatía del lector.

El color hormigón de este cielo de ciudad
me ha dejado ciega,
no consigo ver la luz en ningún alma,
los colores me parecen obvios,
no me emociona ninguna obra de arte;
este sitio es tanto y tan poco...

Las prisas y los minutos entre frecuencias de tranvía
me atan los pies
y no encuentro otros pies a los que seguir,
un sendero con migas de pan,
una linea amarilla pintada en un árbol,
una señal.

Es este olor a gasolina y a rueda quemada
el que me hace soñar con olor a hierba y jazmín en mis manos
pero cuando me despierto ya no recuerdo haber soñado con eso
y vuelta a empezar.
Se me olvida lo que quiero, se me olvida...
Se me olvida quién soy, quién era, se me olvida...
Se me olvida lo que siento y lo que me hace estar viva
entre cortos periodos de felicidad empaquetada
que consumo con una sonrisa
y que mi cuerpo asume con inercia;
pero el vacío se hace más y más grande en cada trago
y explota un día como hoy,
como ayer, como cualquier día.

Se me olvida el tiempo porque vivo encerrada en él.
Se me olvidan los sueños, pero no las pesadillas:
despertarme otro día sintiendo que no estoy haciendo lo que quiero,
despertarme otro día sin recordar lo que quiero,
Despertarme otro día sin olor a jazmín
y silencio a mi alrededor.
Despertarme otro día con miedo al cambio.

Vivir en el cambio, escapar del tiempo,
no echar raíces, no formar parte de nada.
Cuando recuerdo el sueño,
ahí es donde nace el miedo.

El problema de tener sueños
es que no puedes cumplirlos.


domingo, 24 de febrero de 2019

2015

Hace 4 años, clase de Producción, tema libre. Yo escribí esto:

Era el día después del anterior, uno de tantos en los que había perdido el concepto de tiempo. No sabía si llevaba horas, días o años encerrado entre esas cuatro paredes grises sin ningún atisbo de esperanza. Pasaba los días mirando la pared y la puerta de la celda, como si esperara a que algo volviese, a que alguien regresara. No decía una sola palabra más que las siguientes: “La han matado, la sociedad la ha matado”, como susurrando, como rendido ante las miradas de pena y desasosiego de los cuidadores. Dormía, se levantaba, comía y miraba la pared. Dormía, miraba la pared, comía. Y así día tras día, siglo tras siglo. Dormía y soñaba con ella, y ahí, con los ojos cerrados, gritaba desesperado un sólo nombre: “Libertad”. Lo repetía continuamente, cada noche, y se despertaba buscándola, sudando, hasta que otra vez se daba cuenta de que no estaba. Lágrimas hasta volverse a dormir. “Se ha vuelto loco por una mujer.”- repetían los psicólogos- “Nadie sabe quién es, nadie la ha visto, nunca explica por qué repite que la han matado. Seguramente ni siquiera exista, la imagina. Pobre hombre, ojalá algún día recupere el juicio y sea capaz de decir algo que no sean esas malditas ocho palabras.”
 Ese día se despertó como siempre. Miraba la pared, con mirada perdida, mientras tocaba momentos, ciudades y personas de una vida que había sido suya, pero que ahora apenas recordaba. Ya ni siquiera recordaba ni su nombre, ¿qué importaba si ella no estaba?. Tampoco recordaba el día que todo había terminado, o empezado, según los ojos que lo mirasen. No recordaba cómo había llegado allí, sólo su mano alejándose de la de ella. Pero ese día no era otro. Ese día volvió a verla. Abrieron su celda y lo sacaron. Él pensó que le llevaban al comedor o al patio, como cada día, pero no fue así. Lo condujeron por un pasillo que no conocía, un pasillo que no parecía terminar. Al final, una puerta. La abrieron y se encontró una habitación a oscuras. Lo empujaron dentro y permaneció bajo la oscuridad unos segundos, hasta que de pronto se encendió la luz: todo estaba lleno de espejos. Lo que vio le hizo sentir que miraba algo por primera vez, le hizo despertar. Empezó a gritar su nombre, el de ella, esta vez con alegría, y tocó cada espejo de la sala. “Libertad está viva.”
Tres horas más tarde, cuando fueron a buscarlo, se encontraron con un distinto al que habían dejado dentro. Lo miraron, esperando expectantes a que dijera algo, hasta que susurró, casi sin aliento: “Libertad no ha muerto, sigue viva en mí aunque esté preso entre todos estos reflejos de un pobre hombre loco."

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Ensayo de mierda sobre el amor

“El amor es acto no definición”. Definir es limitar, por lo que intentar definir un sentimiento es reducirlo. Aún así, en una necesidad por comunicarnos, todos tratamos de explicar lo que sentimos. Esta explicación sólo puede llegar a la otra persona a través de dos formas: la empatía y la proyección. A través de la empatía la persona que escucha nuestro discurso puede llegar a sentir lo que le estamos diciendo. La empatía es el centro del desarrollo del colectivo como tal, ya que sin este sentimiento es imposible que una comunidad de personas se comunique y relacione correctamente. Una persona que experimenta la empatía es capaz de sentir lo que siente otra persona, pero nunca será exactamente lo mismo, ya que las experiencias que han formado a tal persona modifican su forma de sentir. La otra manera de llegar a entender un sentimiento es a través de la proyección. Cuando una persona nos cuenta algo que relacionamos con una vivencia personal podemos llegar a experimentar parte de su sentimiento a través de la proyección. Proyectamos en su relato nuestros propios sentimientos al ver una similitud entre ambos. Aún así, estas dos posturas se acercan al sentimiento pero no alcanzan la definición. Siempre que tratamos de explicar cómo nos sentimos en una situación concreta nos encontramos con que nos es muy difícil encontrar palabras adecuadas. Esto se vuelve aún más difícil cuando tratamos de explicar el concepto en sí: el amor. Un ejemplo: una persona trata de explicar a otra lo que pasa cuando la persona que ama y ella se miran. Es indescriptible, pero la otra persona lo entiende porque o lo ha vivido y recuerda cómo se sintió en ese momento o imagina ese momento y es capaz de empatizar con la situación que se le relata. Lo difícil viene cuando se intenta explicar lo que es el amor en sí. Aquí entran en juego factores sociales, culturales y morales. Hablaremos del amor porque es el sentimiento que, creo, tiene un mayor arraigo a la cultura en la que se desarrolla. Vamos a imaginar a dos personas que hablan sobre este sentimiento. Si la conversación es puramente conceptual, definir el amor no será tan difícil, pues su definición existe y está al alcance de todos. El problema es que en esta definición no hay una representación de la realidad, las personas no se sienten identificadas al leer esta definición porque es simplemente teórica. Ahora bien, pongamos que la conversación surge a raíz de una problemática. Las dos personas que forman parte de este debate intentarán definir el amor en base a dos corrientes: la dada y la propia. La dada está formada por la concepción del amor que se nos ha dado en la experiencia del día a día donde, como consumidores de cultura y miembros de una sociedad con una moral definida (en este caso occidental), hemos ido aprendiendo comportamientos que se identifican o no con el amor. La propia está formada por la manera en la que nosotros, en base a nuestras relaciones amorosas, hemos aprendido a amar. Entre estas dos corrientes se forma dentro de nosotros la definición de amor, que no es más que la anti-definición pues, como hemos dicho, definir un sentimiento es imposible. Las dos personas que debaten sobre qué es el amor nunca llegarán a un punto común ya que pueden tener una concepción teórica idéntica, incluso también una opinión en base a la educación socio-cultural similar o muy parecida, pero siempre fallará la parte personal del desarrollo de los sentimientos propios.