“El amor es acto no definición”.
Definir es limitar, por lo que intentar definir un sentimiento es
reducirlo. Aún así, en una necesidad por comunicarnos, todos
tratamos de explicar lo que sentimos. Esta explicación sólo puede
llegar a la otra persona a través de dos formas: la empatía y la
proyección. A través de la empatía la persona que escucha nuestro
discurso puede llegar a sentir lo que le estamos diciendo. La empatía
es el centro del desarrollo del colectivo como tal, ya que sin este
sentimiento es imposible que una comunidad de personas se comunique y
relacione correctamente. Una persona que experimenta la empatía es
capaz de sentir lo que siente otra persona, pero nunca será
exactamente lo mismo, ya que las experiencias que han formado a tal
persona modifican su forma de sentir. La otra manera de llegar a
entender un sentimiento es a través de la proyección. Cuando una
persona nos cuenta algo que relacionamos con una vivencia personal
podemos llegar a experimentar parte de su sentimiento a través de la
proyección. Proyectamos en su relato nuestros propios sentimientos
al ver una similitud entre ambos. Aún así, estas dos posturas se
acercan al sentimiento pero no alcanzan la definición. Siempre que
tratamos de explicar cómo nos sentimos en una situación concreta
nos encontramos con que nos es muy difícil encontrar palabras
adecuadas. Esto se vuelve aún más difícil cuando tratamos de
explicar el concepto en sí: el amor. Un ejemplo: una persona trata
de explicar a otra lo que pasa cuando la persona que ama y ella se
miran. Es indescriptible, pero la otra persona lo entiende porque o
lo ha vivido y recuerda cómo se sintió en ese momento o imagina ese
momento y es capaz de empatizar con la situación que se le relata.
Lo difícil viene cuando se intenta explicar lo que es el amor en sí.
Aquí entran en juego factores sociales, culturales y morales.
Hablaremos del amor porque es el sentimiento que, creo, tiene un
mayor arraigo a la cultura en la que se desarrolla. Vamos a
imaginar a dos personas que hablan sobre este sentimiento. Si la
conversación es puramente conceptual, definir el amor no será tan
difícil, pues su definición existe y está al alcance de todos. El
problema es que en esta definición no hay una representación de la
realidad, las personas no se sienten identificadas al leer esta
definición porque es simplemente teórica. Ahora bien, pongamos que
la conversación surge a raíz de una problemática. Las dos personas
que forman parte de este debate intentarán definir el amor en base a
dos corrientes: la dada y la propia. La dada está formada por la
concepción del amor que se nos ha dado en la experiencia del día a
día donde, como consumidores de cultura y miembros de una sociedad
con una moral definida (en este caso occidental), hemos ido aprendiendo
comportamientos que se identifican o no con el amor. La propia está
formada por la manera en la que nosotros, en base a nuestras
relaciones amorosas, hemos aprendido a amar. Entre estas dos
corrientes se forma dentro de nosotros la definición de amor, que no
es más que la anti-definición pues, como hemos dicho, definir un
sentimiento es imposible. Las dos personas que debaten sobre qué es
el amor nunca llegarán a un punto común ya que pueden tener una
concepción teórica idéntica, incluso también una opinión en base
a la educación socio-cultural similar o muy parecida, pero siempre
fallará la parte personal del desarrollo de los sentimientos
propios.
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