lunes, 6 de abril de 2015


La noche se me mete dentro
siento su esencia en cada poro
celebro su calma con cada aullido
y busco tu boca en cada calada
mientras me miras desde la parte de arriba de esa luna que nunca alcanzo
y que nunca dejo de mirar.
Como a ti.
Ando buscando mi sonrisa
entre toda esta montaña de sinsentidos que habita en mi mente
desde el momento en el que empecé a contar los días
en los que no era feliz.
No creo en las casualidades;
nunca creí en ellas
por eso dejo mi vida en las manos de cualquiera que la cuide mejor que yo
y que no la apriete demasiado;
sólo dejadme respirar.
No creo en las casualidades
ni en nada que no salga de dentro,
los caparazones se me vuelven absurdos
y llorar una forma mal vista de explotar lo que llevamos dentro.
Siento que los latidos se me salen del pecho
ante cualquier destello de vida que se me cruza
pero la mayor parte del tiempo busco el corazón con vida
dentro de este cuerpo muerto
que ya prácticamente sonríe por educación.
Hago equilibrismos por la rutina
deseando que algo me haga caer,
despertar de este sueño agridulce;
quizás sólo sea que miro donde nadie mira
donde no debería.
Vomito impulsos que van siempre un paso antes que yo,
abro libros compulsivamente, uno tras otro,
esperando encontrar una palabra que me encienda
una señal de qué hacer
o a donde ir,
que me diga por qué siempre huyo, de qué,
por qué esta necesidad de empezar de cero
siempre con la mirada perdida entre recuerdos,
esta sensación de que haga lo que haga nunca es suficiente
de que me persigue el error
este incesante pensamiento de que sólo soy un alma perdida
intentando saciar el mono de algo que no alcanzo a ver.

Sólo encuentro la calma en cada aullido que me lanza la luna.

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