He soñado con la guerra.
La tierra estaba levantadatenía los ojos llenos de ella
y el aire me pegaba en la cara,
apenas podía respirar.
Me levanté y al abrir los ojos
vi mi rostro en el reflejo de una lágrima
de un niño que lloraba en frente mío.
Tenía la cara rasgada,
la ropa rota,
y el brazo lleno de sangre.
No me dio tiempo a pensar qué hacía allí
quién era yo
y por qué pasaba todo aquello
porque era un sueño
y yo nunca me hago muchas preguntas.
Cogí al niño en brazos
y atravesé un desierto que se hizo demasiado corto para ser real,
de pronto estábamos entre cuatro rejas
en algo que parecía un campamento de refugiados
pero donde nadie parecía triste.
Una señora se acercó histérica
y me llevó a una esquina,
cogió al niño y saco una gasa,
alcohol, y no recuerdo qué más,
nadie pensó que la herida más grave
estaba en los ojos del niño
y no se iba a ir nunca.
Nadie le miró a la cara.
Lo vi llorar
y no pude evitar hacerlo yo,
no había dicho ni una palabra
y seguía sin hacerlo,
creo que no lo hizo en todo el sueño.
Nadie habló,
sólo escuchaba el llanto del niño
y un murmullo de voces lejanas que me agobiaban.
No sé si no podían vernos
o simplemente ignoraban el dolor.
Lloré, quizás con más rabia que pena,
y me dije que no iba a dejar que nadie más pasase por eso,
como si yo fuese alguien,
como si pudiese hacerlo:
por eso era un sueño,
hasta que levanté la cabeza
y en un cruce de miradas
los ojos verdes de ese niño que ya quería
me hablaron de todo lo que callaba
con la inocencia de sus 5 años
y el amor de alguien que ha aprendido a ser feliz
entre escombros, bombas y militares.
Me llenó de esperanza
y fue ahí donde dejé de odiar
porque había aún quedaba amor entre toda esa miseria.
Entonces me levanté y el niño, que ya había dejado de llorar,
me cogió la mano
y ahí supe quién era
y qué estaba haciendo allí.
Caminé para buscar la salida
pero sólo encontré rejas y rejas,
recorrí las 4 paredes de ese maldito sitio
para despertar de una vez de esa pesadilla;
pero no apareció la salida
ni tampoco me desperté
hasta que sentí la desesperación
de no poder escapar de la miseria.
Finalmente abrí los ojos
y suspiré aliviada porque sólo había sido un sueño,
sólo,
pero no sé por qué mis manos seguían llenas de tierra.