domingo, 11 de mayo de 2014
Replay
Voy en blanco
mientras espero a que alguien pase y ponga en verde los semáforos de mi vida.
A que alguien me la cambie.
A que seas tú otra vez.
Que la vida son dos días
y es muy fácil enamorarse, o eso dicen,
pero la mía son siete
y esos fueron los días que tardé yo en enamorarme de ti.
El primer día me enseñaste a querer ser lo que ya era.
El segundo aprendí que todo lo que quería hacer en mi vida
era mirar la tuya.
El tercero se fue volando detrás de nosotros,
y el cuarto nos emborrachó tanto
que nos hizo olvidarnos de cuando llegó el séptimo.
Entonces empezamos el juego
y ni siquiera sabíamos a qué estábamos jugando.
Nos quemamos,
y nos olvidamos de lo que éramos fuera de él.
La partida se acabó
pero reiniciamos una y otra vez
porque todo era precioso, alegre y valiente
como tus ojos cansados un día de agosto.
Reiniciamos y los días se hicieron meses
y los meses corazón
y el corazón se nos fue de las manos.
La distancia se hizo pequeña,
como los días se hicieron largos de no verte,
y las sonrisas tan grandes como los sueños que compartimos.
Pero la realidad se superpuso
y los sueños se hicieron pequeños,
y el corazón se nos volvió a ir de las manos.
Esta vez directo al suelo.
Ahí nos dimos cuenta de que el juego era la vida
y de que esta vida no era para nosotros dos.
El Game Over se apoderó de nosotros
y no tuvimos más remedio que dejarlo pasar,
que dejar pasar el tiempo.
Y la luna dejó de juntarnos las noches
y todo se volvió simple y común,
como antes de que tú aparecieras,
como ahora que ya no estás.
Como una ciudad con los semáforos rotos
y ni rastro de la única persona que los puede arreglar.
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