Me encanta bailar
pero soy la parte rayada del disco de tu vida.
Paso, una a una, las canciones
hasta llegar al estribillo que te recuerda a mí
a ver si encuentras así
algún motivo para volver.
Leo, uno a uno todos tus poemas
a ver si encuentro algo que me diga por qué ya no me escribes
y vuelvo, una y otra vez,
al mismo punto muerto.
Al punto donde nos dejamos morir.
Creo aprender a vivir sin ti
y aparece de repente,
golpeándome,
cualquier recuerdo en el que sonríes
y ya sólo recuerdo la salida de emergencia,
y la forma en la que me mirabas cuando me iba,
y como sonreíamos mientras nos creábamos las heridas el uno al otro.
Subo entonces al piso más alto de mis miedos
y grito que te quiero
porque, después de perderme a mi misma,
ya no tengo nada que perder
excepto el tiempo que tú
no vas a perder conmigo.
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