viernes, 22 de febrero de 2013
Llegaste
Llegaste, como si no hubieses estado ya antes,
como un gemido rozando el cuello
cuando sabes todo lo que hacer para que ocurra.
Como la poesía cuando se hace la interesante
sabiendo que eso, la hace aún más bonita.
Como si me hubieras conocido en otra vida
y supieras que hacer en cada momento
para apurarme el corazón.
Para hacer de las ganas, algo más.
Con un puñado de palabras en la espalda
para que yo pudiese escribirte
en un papel que llevaba escrito tu nombre
aunque yo aún no lo supiese.
Con un millón de cosas escondidas detrás de la sonrisa.
Si supieras cuanto se esconde detrás de tu sonrisa...
Llegaste. Con el corazón puesto y las manos vacías, para llenarme de tanto
que reconstruí las paredes de mi habitación de todos mis intentos de hacerte reír,
de todas las formas que tengo de hacerte mío,
de toda mi valentía,
de todo lo que tenía guardado para enseñarle al mundo,
para que una vez que vinieras no quisieras marcharte.
Con los ojos preparados para mirarme, de esa forma tan tuya,
como si yo fuese la única forma de ver el mundo desde el epicentro,
y susurrarme a través de ellos todo lo importante.
Y yo te mire a tí. Y de eso, hay demasiado que decir.
Ojalá te pudieras ver como te veo yo.
Llegaste.
Para besarme de todas las maneras posibles,
enseñandome que en tu boca se escondían todos los sueños.
Llegaste.
Y tenerte, aún sin tenerte al cien,
fue como la calma que viene después de la tormenta,
como unas sábanas golfas un día de lluvía,
como ganarle la guerra al amor por goleada de besos.
Llegaste, y eso es más que suficiente,
para escribirte todos los poemas del mundo.
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