lunes, 25 de febrero de 2013

Sin título ni partitura.

Alguien me dijo un día que los poemas eran reconstrucciones de sentimientos pasados,
que escribíamos acerca de lo que habíamos sentido,
no de lo que sentíamos.
Por eso yo, ahora, quiero escribirte esto y ponerle cualquier título triste,
como "el día que dijiste adiós y yo no estaba preparada para oirlo",
o algo así.
El día que rompiste todos mis poemas de amor, aún por escribir,
en trozos tan pequeños que ya no alcanzo a ver.
El día que que las sonrisas enteras, pasaron a ser medias.
El día que, supongo, le ha llegado a todo poeta.
Perdóname. Aún no me creo el adiós.
Pero tú no pidas perdón, por favor.
Tendrías que disculparte por haberles dado a mis ojos otra forma de mirar,
por haberme hecho un poco más bonita, (eso es lo que haces con todo lo que tocas),
por haber hecho de cada noche lejos, lo más cerca posible.
Por haber hecho de las que vivímos, algo tan imposible de olvidar
que podría contarlo de mil maneras diferentes
y todas serían poco para lo que realmente fue.
Te tengo aquí, en un rincón de la memoria, por secciones
al lado de los sueños. Siempre has tenido mucho de sueño.
Tendrías que disculparte por haberme traído la paz tantísimas veces,
por volverme más loca otras.
Por vestirme de besos y quitarme la ropa.
Por provocar tantas sonrisas, como besos te hubiera dado por ello.
Perdoname tú a mí por haberte descolocado la vida,
yo, que lo único que quería era descolocarte la cama,
y un poco, el corazón.
Por haberte echo un mar de dudas a veces,
por mis latidos a deshora por cada verso que me escribías,
por haberte hecho parar el tiempo tantas veces.
Porque la culpa no es de nadie. O quizás mía.
Porque llegaste en el momento justo y te colaste en un suspiro,
y así, entraste en mí como entran los besos.
Y yo me dejé hacer, sabiendo que eras aire,
y te podías ir en cualquier momento.

viernes, 22 de febrero de 2013

Llegaste



Llegaste, como si no hubieses estado ya antes,
como un gemido rozando el cuello
cuando sabes todo lo que hacer para que ocurra.
Como la poesía cuando se hace la interesante
sabiendo que eso, la hace aún más bonita.
Como si me hubieras conocido en otra vida
y supieras que hacer en cada momento
para apurarme el corazón.
Para hacer de las ganas, algo más.
Con un puñado de palabras en la espalda
para que yo pudiese escribirte
en un papel que llevaba escrito tu nombre
aunque yo aún no lo supiese.
Con un millón de cosas escondidas detrás de la sonrisa.
Si supieras cuanto se esconde detrás de tu sonrisa...


Llegaste. Con el corazón puesto y las manos vacías, para llenarme de tanto
que reconstruí las paredes de mi habitación de todos mis intentos de hacerte reír,
de todas las formas que tengo de hacerte mío,
de toda mi valentía,
de todo lo que tenía guardado para enseñarle al mundo,

para que una vez que vinieras no quisieras marcharte.
Con los ojos preparados para mirarme, de esa forma tan tuya,
como si yo fuese la única forma de ver el mundo desde el epicentro,
y susurrarme a través de ellos todo lo importante.
Y yo te mire a tí. Y de eso, hay demasiado que decir.
Ojalá te pudieras ver como te veo yo.

Llegaste.
Para besarme de todas las maneras posibles,
enseñandome que en tu boca se escondían todos los sueños.
Llegaste.
Y tenerte, aún sin tenerte al cien,
fue como la calma que viene después de la tormenta,
como unas sábanas golfas un día de lluvía,
como ganarle la guerra al amor por goleada de besos.



Llegaste, y eso es más que suficiente,
para escribirte todos los poemas del mundo.