Hace 4 años, clase de Producción, tema libre. Yo escribí esto:
Era el día después del anterior, uno de tantos en los que había perdido el concepto de tiempo. No sabía si llevaba horas, días o años encerrado entre esas cuatro paredes grises sin ningún atisbo de esperanza. Pasaba los días mirando la pared y la puerta de la celda, como si esperara a que algo volviese, a que alguien regresara. No decía una sola palabra más que las siguientes: “La han matado, la sociedad la ha matado”, como susurrando, como rendido ante las miradas de pena y desasosiego de los cuidadores. Dormía, se levantaba, comía y miraba la pared. Dormía, miraba la pared, comía. Y así día tras día, siglo tras siglo. Dormía y soñaba con ella, y ahí, con los ojos cerrados, gritaba desesperado un sólo nombre: “Libertad”. Lo repetía continuamente, cada noche, y se despertaba buscándola, sudando, hasta que otra vez se daba cuenta de que no estaba. Lágrimas hasta volverse a dormir. “Se ha vuelto loco por una mujer.”- repetían los psicólogos- “Nadie sabe quién es, nadie la ha visto, nunca explica por qué repite que la han matado. Seguramente ni siquiera exista, la imagina. Pobre hombre, ojalá algún día recupere el juicio y sea capaz de decir algo que no sean esas malditas ocho palabras.”
Ese día se despertó como siempre. Miraba la pared, con mirada perdida, mientras tocaba momentos, ciudades y personas de una vida que había sido suya, pero que ahora apenas recordaba. Ya ni siquiera recordaba ni su nombre, ¿qué importaba si ella no estaba?. Tampoco recordaba el día que todo había terminado, o empezado, según los ojos que lo mirasen. No recordaba cómo había llegado allí, sólo su mano alejándose de la de ella. Pero ese día no era otro. Ese día volvió a verla. Abrieron su celda y lo sacaron. Él pensó que le llevaban al comedor o al patio, como cada día, pero no fue así. Lo condujeron por un pasillo que no conocía, un pasillo que no parecía terminar. Al final, una puerta. La abrieron y se encontró una habitación a oscuras. Lo empujaron dentro y permaneció bajo la oscuridad unos segundos, hasta que de pronto se encendió la luz: todo estaba lleno de espejos. Lo que vio le hizo sentir que miraba algo por primera vez, le hizo despertar. Empezó a gritar su nombre, el de ella, esta vez con alegría, y tocó cada espejo de la sala. “Libertad está viva.”
Tres horas más tarde, cuando fueron a buscarlo, se encontraron con un distinto al que habían dejado dentro. Lo miraron, esperando expectantes a que dijera algo, hasta que susurró, casi sin aliento: “Libertad no ha muerto, sigue viva en mí aunque esté preso entre todos estos reflejos de un pobre hombre loco."
Ese día se despertó como siempre. Miraba la pared, con mirada perdida, mientras tocaba momentos, ciudades y personas de una vida que había sido suya, pero que ahora apenas recordaba. Ya ni siquiera recordaba ni su nombre, ¿qué importaba si ella no estaba?. Tampoco recordaba el día que todo había terminado, o empezado, según los ojos que lo mirasen. No recordaba cómo había llegado allí, sólo su mano alejándose de la de ella. Pero ese día no era otro. Ese día volvió a verla. Abrieron su celda y lo sacaron. Él pensó que le llevaban al comedor o al patio, como cada día, pero no fue así. Lo condujeron por un pasillo que no conocía, un pasillo que no parecía terminar. Al final, una puerta. La abrieron y se encontró una habitación a oscuras. Lo empujaron dentro y permaneció bajo la oscuridad unos segundos, hasta que de pronto se encendió la luz: todo estaba lleno de espejos. Lo que vio le hizo sentir que miraba algo por primera vez, le hizo despertar. Empezó a gritar su nombre, el de ella, esta vez con alegría, y tocó cada espejo de la sala. “Libertad está viva.”
Tres horas más tarde, cuando fueron a buscarlo, se encontraron con un distinto al que habían dejado dentro. Lo miraron, esperando expectantes a que dijera algo, hasta que susurró, casi sin aliento: “Libertad no ha muerto, sigue viva en mí aunque esté preso entre todos estos reflejos de un pobre hombre loco."