domingo, 12 de junio de 2016
A veces la felicidad es tan sencilla que asusta. Nos ha enseñado a buscarla, pero no a encontrarla; menos a sentirla.
A veces es tan sencilla como abrir los pulmones y dejarte acariciar por el sol, como sentir el tacto de la hierba en los pies,
como el baile del aire en tu pelo, como sentirte en armonía con tu propia sonrisa.
Lo simple es tan bello que no podemos verlo por andar siempre mirando al suelo. Hay tantas cosas detrás de la ciudad,
de los coches, del asfalto, de las prisas y las caras largas…
hay tantas cosas encima de nuestras cabezas.
Asusta fijarte un día en un color nuevo y darte cuenta de que lleva ahí toda la vida, emocionarte con un atardecer, cerrar los ojos y conseguir no pensar por un segundo. Asusta saber que el mundo sigue girando hagas lo que hagas.
Da miedo saber que cada día es diferente, que cada segundo que paso preocupada por obligaciones y tareas mundanas es un segundo de belleza por descubrir que se me escapa de las manos.
Da miedo sentir miedo cada día. Asusta saber que estamos perdiendo nuestra parte animal.
Andamos siempre tristes, cansados de cargar con tantas preocupaciones en la espalda. Nos despertamos cada día pensando en el trabajo, en los exámenes, en el dinero que nos queda para pasar el mes, en lo que tienes que hacer esa tarde, en lo que tienes que hacer esa noche, en lo que tienes que hacer.
Y mientras nuestros sueños y deseos desfilan por delante de nuestros ojos como una procesión de futuros cadáveres.
Nos preocupamos por cosas que, de verdad, no importan una mierda y pasamos los años olvidándonos de lo que realmente queremos hacer, concienciandonos y dejándonos concienciar de que es imposible, autoengañandonos con que la vida que llevamos
es la que hemos elegido.
Nuestra felicidad es tan poco nuestra que asusta. Me asusta levantarme un día, llena de sangre, al lado del fantasma de mi yo de ahora, mirando la muerte de mi propia alma. Me asusta ser yo misma la asesina de mis sueños.
Y es por eso que nos asusta el futuro, porque ya lo tenemos planificado, porque es lo mismo que vivimos cada día. Nos da miedo porque sabemos que el futuro no es distinto. Nos da miedo porque en el fondo no podemos evitar soñar que no sea así.
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