En la risa de la luna reside nuestro
llanto,
sólo por no poder alcanzarla.En las paredes de mi cabeza
resuena el eco de mi voz,
repleta de dudas.
Dejo en manos de la libertad
todos mis intentos de llegar a ella,
me encierran mis propias rejas
que no son más que espejismos
puestos ahí por el miedo de no encontrar.
Los días a la deriva
nos hablan de otros que no nos interesan,
nos gusta la claustrofobia del desamor
tanto como renegar de él.
Es el miedo el que nos ata
pero somos nosotros los que le dejamos avanzar
recordar nos hace tanto daño como no hacerlo
y comparar con todo lo que fue mejor
nos prohíbe seguir.
Apuramos el paso,
callamos la ansiedad con la mordaza de las prisas,
aspiramos las sensaciones primarias
y empezamos a actuar tal y como no queremos
porque el odio a nosotros mismos es el único sitio
donde a veces encontramos amor.
Así el error se convierte en necesidad
y el día después de haberlo hecho mal
es el único sentimiento con el que puedo mancharme las manos ahora.
Soy fuego desligado de su origen
una cerilla sin ganas
el humo inapreciable de la noche
y no sé hasta que punto es el agua el que me mata
o es sólo el pensamiento incesante de que puede hacerlo,
no sé si me produce más amor mirar atrás
que miedo mirar hacia delante.
Cómo sé cuando soy yo
y cuando el reflejo de mi vida
el que ama.
Hasta que punto somos esclavos
y hasta que punto dueños,
cuándo nos suena el corazón
y cuándo los mordiscos.