Estoy escuchando una canción a
piano,
cuatro notas con un mundo debajoy otro encima de los dedos que las tocan
y me pregunto si acaso el amor
no es sólo lo que me provoca la música
cuando no puedo encontrar la forma de describirla.
Hablamos del amor como si supiéramos algo de él,
nos refugiamos entre sus brazos,
le escupimos en la cara con frases que nos inventamos
para justificar nuestras actitudes humanas.
Despreciables a veces, sólo por eso,
por ser humanas.
Lo encerramos entre 4 paredes llenas de colores y luces
y nos enseñamos a tratarlo así, preso,
le enseñamos a ser feliz así: encerrado.
Pero los colores no dejan de ser opacos
y la opacidad algo que no nos deja ver lo que hay al otro lado.
Las miradas no se dirigen a lo que tenemos en frente
sino sólo a aquello que queremos mirar
y por querer tengo los ojos llenos de tanto
que no sé elegir que guardar para siempre.
Me perturba el paso del tiempo,
los cambios sobre mi espalda,
acabar encerrada en el echar de menos,
dar un paso hacia delante y cinco hacia atrás.
Me perturba lo que pudo ser y no fue
lo que podrá ser y por mi culpa no será,
ir un paso más allá del destino
y que nunca me lo perdone,
equivocarme de persona, de lugar, o de palabra.
Me perturba el ruido de las mentes ajenas,
no poder entender la tuya,
el silencio de algunas palabras.
Me perturba sentir, a veces,
que ya no nos queda nada.